Wednesday, July 26, 2006

Prólogo por Emilio Moya

Conozco a Ricardo hace treinta años lo que no significa que lo conozca. Sin embargo ese tiempo transcurrido en las proximidades de sus circunstancias me ha investido de una autoridad basada en la duración que me permite referirme a su producción literaria desde un lugar autorizado.

Recuerdo lo que le dije la primera vez que leí algo que había escrito allá por el año 1974:
- Esto no está nada mal... podría servir para una canción de Aquelarre, ¿ por qué no se la mandás a Del Guercio?.

Ya en aquel momento se podían vislumbrar dos cosas: por una parte la obsesión por encontrar la síntesis que posibilitara prescindir de las palabras superfluas, de los gestos lingüísticos innecesarios y de cualquier tentación barroca; y por otra un manierismo incipiente y un amor por subvertir el orden del lenguaje. Por cambiar los acentos, inventar palabras o suprimir los sentidos dados. Ricardo era un deconstructivista avant la lettre, ya que Derrida en ese momento y para nosotros, era un perfecto desconocido.

Esta maniera de escribir contrastaba — y sigue contrastando- con su manera de utilizar el lenguaje en forma oral. Al hablar, sus palabras perforan el silencio como las ráfagas de una ametralladora. Al escribir desgarran el papel con la precisión de un bisturi. Son filosas, precisas y punzantes. Se encadenan y se desencadenan con justeza.

Esta sana esquizofrenia le permite pasar de la charla metafisica a la prosa poética con la soltura de un asesino serial, en la que cada poema o cada prosema constituye un asesinato contra la Lengua Establecida. Una afrenta contra la tradición. Y una apuesta por la transgresión creadora.

Detengámonos por ejemplo en la palabra “paránico” que adjetiva una de sus series de poemas. ¿Cómo podríamos definirla? O mejor dicho ¿es lícito definirla? Creo que sí y que allí radica uno de los desafíos que Guiamet sabe formular. Propone al lector el ejercicio permanente e imaginativo de completar el poema. De intentar encontrar el sentido oculto de cada palabra que escapa de la significación. Para mí, por ejemplo, paránico sería un adjetivo ideal para dar cuenta de situaciones paranoicas vividas al borde del Paraná. Pero estoy seguro que esta definición provisoria es válida solo para mí en tanto lector y es casi seguro que no le servirá a nadie mas.

Aunque tal vez como en La única señal este sentido provisorio sea el único puente posible hacia una significación intersubjetiva.

Así sin caer en la simplicidad de inventar neologismos, las palabras que Ricardo recrea provienen de la cruza de lo originario con lo original. Y proponen un tipo de registro que escapa a cualquier posible formulación dualista. Son palabras que carecen de toda esencia y que solamente existen por nuestra buena voluntad de aceptarlas y de entenderlas como tales.

Tal vez el encanto de estos poemas radica en la dignidad con que los personajes de sus historias se enfrentan al mismo tiempo con su fragilidad y con fuerzas sublimes como el destino, el río, la naturaleza o la muerte.

Su less is more constituye no solo una tarea bien lograda sino también una cortesía para quienes lo leen. Pero esto no significa que la labor sea algo inocuo. Como aquel dorado que ensangrentado, desgarrado y tuerto escapa hacia una libertad que anida en aguas negras, el lector no saldrá indemne de la experiencia de leer y releer estos poemas.

Eso fue al menos lo que a mi me pasó. Cuando me ofrecieron escribir este prólogo dije que no... pero luego lo pensé mejor.. .y mientras escribo esto con la garganta cerrada una quincena de huevos de víbora, destrozados, languidecen desparramados por ahí. Aunque nada de eso alterará las nubes.

EMILIO MOYA

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